Cinco minutos de juego. Mascherano se agarra las rodillas y se muestra cansado. Al rato, otro jugador va a patear la pelota y se la choca, De Michelis corre pero parece inconexo, como si estuviese borracho, con movimientos torpes.
La verdad fuera de toda duda es que, más allá de un casi seguro erróneo planteo técnico, y de un buen planteo por parte del técnico de la selección de Bolivia, la altura de La Paz tuvo una influencia innegable, muy negativa, en el desempeño del equipo argentino.
Maradona lo negó en conferencia de prensa, lo que suscitó el aplauso de los periodistas bolivianos (¿los periodistas no son objetivos, o son hinchas?) luego de una silbatina que provocara la pregunta de un periodista argentino que preguntó sobre la INNEGABLE influencia de la altitud en el pésimo desempeño del equipo albiceleste.
Maradona lo negó. ¿Por qué?
El públicamente había apoyado que Bolivia jugase los partidos donde quisiese, y de esta manera se mantuvo coherente con su postura.
Ahora bien, no tratándose de utopías ni de ideales referidos a la humanidad, ser coherente es una virtud siempre y cuando no choque con la realidad.
Quienes niegan lo obvio, lo que es evidente ante sus ojos son los locos y no los genios.
El genio en primer lugar reconoce como es la realidad, como las cosas son, y luego piensa y actúa sobre ello, así se destaca por sobre los demás.
No parece la coherencia de Maradona una virtud, sino un error que puede convertirse en preocupante, pues negar la realidad puede llevar a chocar muy fuertemente contra la pared, y un mundial no es una cosa de poca importancia.
Tal vez, en favor del entrenador argentino, pueda pensarse que fue una mera bajeza circunstancial, ante el golpe de la temenda derrota, adoptando una simple salida demagógica para quedarse con los aplausos de la calle, miel del momento, tal vez un escapismo que sirva para zafar y ganar tiempo.
Dios dirá.
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